viernes, 26 de diciembre de 2014

Los Desalmados Seis.

El que no se mueve. 

A mi me gustaban sus ojos.
A mi me gustaban sus labios.
A mi me gustaban sus brazos.
A mi me gustaban sus manos.
A mi me encantaban sus nalgas.

A él no le gustaba mi cabello.
A él no le gustaban mis tatuajes.
A él no le gustaban mis manos.
A él no le gustaban mis orejas.
A él no le gustaba tanto.

Pero cogíamos "bien", el lo disfrutaba, siempre atrás, siempre arriba, siempre  adentro, siempre en un motel, un motel caro.

Muévete tú, tócame tú, él era el perfecto activo-pasivo. Arriba de mi, soplando mi nuca, gimiendo fuerte, la tiene grande, me dolía, pero aguantaba, por que me gustaba, me gustaban sus gemidos y sus gestos, me gustaba que apretara los labios y cerrara los ojos como si fuera un escape, me gustaba pensar que si él los abría y me miraba mientras me cogía se conventiria en piedra y creo que él pensaba algo similar, me gustaba que él no hiciera nada, que sólo se sentara en la cama y se pusiera el condón para que yo lo montara y brincara con su pene adentro, me gustaba sentir mis nalgas chocando en sus caderas y que de vez en cuando me besara la espalda, me gustaba que me apretara el culo, que me tomara de la cintura, que me acariciara el cuello, me gustaban sus axilas y a el le gustaba lamer las mías, me gustaba que me besara y me mordiera el labio inferior mientras me-penetraba-duro-a-manera-de-estacatos, me gustaba pasar mi lengua por todo su cuerpo y detenerme a lamer sus pies y que después me dijera "No mames nunca me habían hecho eso", me gustaba mamársela y acariciarle las nalgas al mismo tiempo y que después se viniera en mi boca y sentir su semen caliente y dulzón a manera de espuma bajar por mi garganta y que yo no dejara caer ni una sola gota, me encantaba ver su cara después de hacer esto porque era una mezcla de excitación e incredulidad, era una pelea entre su deseo y su moral y eso me encantaba, me encantaba verlo disfrutar del sexo más de lo que se lamentaba, me encantaba ver el momento en el que se venia adentro y abría los ojos y como en sus ojos se proyectaban al mismo tiempo el buen cristiano que debería ser y el depravado que estaba descubriendo el sexo bien hecho, porque si, yo lo hago muy bien.

Sólo una vez me dejo metersela, no fue agradable, ni para él, ni para mi, ni siquiera se me paro bien, no me excite, no vale la pena describirlo.

Me terminó. Nunca le gusté tanto.

Le robe el alma, aquí la tengo y ahora me la cojo yo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te amo