La primera vez que me enamore fue en una sala de cine.
El trabajaba ahí y yo también, él era el favorito, el típico lambiscon de los altos mandos, al que siempre le pagaban más y que siempre era elegido "Empleado del mes".
Y un día me lo cogí, salvajemente, en su casa, con su abuela en el cuarto de abajo, con unos condones SICO que me costaron 39 pesos y que justo había salido a comprar esa mañana porque la noche anterior me rogaba que se la metiera.
Me lo cogí un montón de veces, yo tenia 17 años y el 19, con el conocí el amor de cama, lo hicimos y lo hicimos y lo hicimos.
Y rompimos, fue en un bosque, estábamos solos, sólo él y yo en esa cabaña que olía a odio, a despedida y a desamor. El reclamaba que le había sido infiel y esta vez no estaba equivocado.
Nos gritamos, me pegó, le pegué, hubo sangre y cogimos.
Cogimos como nunca, con la rabia en los ojos, con la fuerza en las uñas y nos besábamos y nos mordíamos los labios porque queríamos destazarnos vivos, porque queríamos saber cual de los dos le haría mas daño al otro, y me encajó las uñas y no usé condón y se la metí duro y fuerte, no tuve consideración y él gritaba y yo le tapaba la boca y él me volvía a morder los labios y yo le quise arrancar la lengua y el ponía sus manos en mi pecho y me gritaba "Salte de mi, bestia, salte de mi" y a mi me valía madre y lo embestía, lo embestía como un búfalo joven que ataca al macho alfa para que sepa que ya no es él el que manda.
Y me volvió a besar y me escupía y las embestidas eran mas fuertes y las sensaciones mas extremas y ya no sabia si era mi sangre la que tenía en los labios o era la de él, una mezcla de saliva, sudor y sangre en la boca, el cuerpo adolorido, las uñas en la espalda y en las piernas.
Me vine, me vine adentro, chorros y chorros de semen ácido, agrio, semen lleno de odio, de vete a la verga, de "yo-ya-no-te-a-mo".
Y lloramos, lloramos los 2, como niños regañados por mamá, llorábamos cargados de sentimiento, conmovidos, destrozados, confundidos, poseídos y tristes, muy tristes. No llorábamos por las heridas ni los golpes, llorábamos al saber que esa tarde habíamos tenido la mejor cogida de nuestras vidas y aun así, ya no sentíamos nada.
Ese día le quite el alma y me la cogí a ella también.
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