domingo, 16 de noviembre de 2014

Los Desalmados Tres.

La Boya.

Lo conocí en internet.
 una semana después lo lleve a dormir a mi casa, yo ya vivía sólo y no tenia que entregarle cuentas a nadie, apenas haba pasado un año del "hippie" y mi alma seguía herida, mi corazón destrozado y mi cerebro atorado.

Y entonces llego él, con su cuerpo de niño y su cara dulce, con esos aretes en el rostro que le daban un aire más que de rudo, de tierno, un niño perdido, blanco, lampiño, hermoso, su miembro era lo único que comprobaba que ya era un hombre.

Lo bese, lo bese y lo abracé como nadie, quería colgarme de él para siempre, quería salvarme, necesitaba de alguien que me sacara del charco en el que me estaba hundiendo y llego el, se desnudó, me beso, me beso todo el cuerpo, me la chupo como nadie, la metía toda a su boca y se provocaba arcadas, las arcadas mas tiernas y al mismo tiempo las que me hacían sentir mas culpable, porque mientras el chupaba, yo pensaba en otro, mientras me besaba, yo pensaba en otro, mientras me lo cogía, si también, yo pensaba en otro.

Nos hicimos novios, más que por amor, por necesidad de saberme propiedad de alguien, ahora ya no creo en eso, pero en ese entonces me necesitaba saber que le pertenecía alguien y que alguien me pertenecía a mi, y él, él me pertenecía todo, sus pies, sus piernas, su cuello, su cabello despeinado, sus manos, su cintura, su verga y sus nalgas, nalgas que mordía a mi antojo, que apretaba y que dejaba rojas, sangrantes.

Una mañana, al despertar lo besé y lo besé como nunca porque justo acababa de soñar con el otro y quería, tontamente, materializarlo en él. Fue la primera vez que lo bese cerrando los ojos, fue la primera vez que me lo cogí con luz, lo puse en cuatro, me puse el condón, le escupí el culo y se la metí, un vaivén desenfrenado; yo hacia gala de mi condición de macho, de bestia, de maquina de testosterona, y sudaba, sudaba montones, y el gritaba y gemía y eso me calentaba más y le jalaba el cabello y gritaba más y le tapaba la boca y el gritaba más, y lo nalgueaba y el gritaba más y eso me ponía más y más caliente y el comenzó a clavarse sólo, comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás y yo hacia lo mismo, y la penetración era cada vez más intensa y más profunda y el se hizo hacia el frente y yo retrocedí y entonces le propine la metida más profunda y dolorosa de mi vida, primero porque yo no quería estar cogiendomelo a él, yo quería cogerme a otro, a ese otro con el que acababa de soñar  y segundo porque algo trono, no fue el condón, no fue su corazón.

Sangre, sangre en mi abdomen, sangre en sus nalgas, sangre en el condón, sangre en el cuarto. Mi pene estaba roto, era como un castigo, un castigo por usarlo así, un castigo por usar a alguien como una boya.

No me arrepiento, lo necesitaba y el estaba ahí, él fue la victima, el fue el juego, la boya.

A él también le robe el alma y esa es la única que de vez en cuando al verla... todavía me remuerde en la conciencia.

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