lunes, 12 de diciembre de 2011

El Caos de las Quimeras

Miró hacia atrás y lo único que distinguía eran los 2 pares de huellas sobre la arena, tanto tiempo caminando sin saber con quien, hacia donde y para que. Regresó la vista al frente y descubrió que a contra luz del sol se dibujaban 6 siluetas, 6 hombres, extranjeros todos, su fisonomía indicaba Europa, su acento lo resumía todo a Francia.
Sin saber como, el y su otro llegaron al apartamento, los franceses ya estaban desnudos, uno en la cocina, uno en la habitación principal, dos en la habitación de huéspedes, uno mas en el baño y el ultimo en el estudio; -si es verdad que dios nos hizo a su imagen y semejanza, ellos eran la clara muestra del misterio de la creación-  pensó.
Probo con todos y cada uno, el primero tenia tierra en el miembro y lo descarto, el segundo; las nalgas como hielo, el tercero le provoco quemaduras en sus labios, el cuarto y el quinto lo desdeñaron, el sexto... solo quería charlar.
Mientras intentaba probar los mundanos y pasajeros placeres carnales, su otro lo miraba desde un trono en el centro del departamento, un trono por el que nunca peleó y sin embargo ganó.
Salio solo del departamento, su otro ya no lo acompañaba, quedo impresionado de la manufactura extranjera y decidió quedarse, las orgías y el poliamor siempre fueron su talón de Aquiles, decidió dejarlo sumergido en sus pasiones mas bajas y regresar solo al camino de arena.
Miró hacia atrás y lo único que distinguía eran sus huellas sobre la arena, tanto tiempo caminando sintiéndose solo, sin saber hacia donde ni para que, regresó la vista al frente y distinguió un teatro, un enorme teatro a la orilla del mar, las olas chocaban contra las piernas y el proscenio parecía esta infestado de cangrejos, todos los lugares para ver el espectáculo que estaba a punto de comenzar estaban ocupados, al centro del escenario había una silla, una silla vacía. El ocupo ese único lugar; cuando se sentó se descubrió a si mismo desnudo y expuesto ante una furica audiencia que gritaba un nombre ininteligible, la luz se hizo tenue y a pareció un bailarín, un bailarín que lo único que vestía era un tu-tu, el silencio se hizo ensordecedor, el bailarín realizo la danza mas ridícula.
El comenzo a masturbarse, se masturbaba mientras el bailarín realizaba su ridícula danza y el publico guardaba silencio, a pesar de saberse observado, la soledad que le inspiraba estar rodeado de tanta gente le provocaba la exitación mas grande que jamas había sentido. El bailarín representaba el objeto de lujuria mas inalcanzable que había percibido, a pesar de tenerlo tan cerca, la lejanía se hacia presente atraves de eso, del silencio.
Se masturbo durante 1,488 horas seguidas,el mismo tiempo que duró el bailarín en escena. Tenia las manos ampolladas, los brazos cansados, no había comido, bebido, defecado o dormido, solo se había hecho el amor a si mismo sin conseguir ningún orgasmo. El espectáculo termino, él se puso de pie, aplaudió al bailarín y comenzó a caminar en dirección al mar.
Había caminado por mas de 2 kilómetros mar adentro y el agua no aumentaba de nivel, a pesar de tener las olas mas grandes que él jamas halla visto, el nivel del mar seguía llegándole debajo de las rodillas, se incó, solo para sentir húmedo su sexo que imploraba clemencia pero que no dejaba de estar erecto.
En el momento del contacto del agua salada con su pene, entrepierna y recto todo comenzó a girar, una tromba se levantaba alrededor suyo y él era el epicentro, de repente todo se volvió un caos, la arena, los franceses, el departamento, su otro, el teatro, la audiencia y el bailarín giraban a una velocidad impresionante, una velocidad que solo dejaba distinguir colores, manchas y formas amorfas de todo lo que el conocía a la perfección.
Hace apenas 1,489 horas él había encontrado un lugar, su lugar; ahora el caos se desarrollaba en frente, detrás, a la izquierda y derecha de sus ojos.
De la parte superior de la tromba, esa en donde el cielo y el mar se juntan para formar uno de los fenómenos mas bellos y mas peligrosos, callo un papel blanco, tan blanco y perfecto que desentonaba con el entorno, al centro del papel, solo una frase: Bienvenido al Caos de las Quimeras.
Después de leerlo, él pensó - es hora de salir-.


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