lunes, 9 de enero de 2017

Y me lleno de luz.

Y te miro,
te miro con ojos secos, con ojos ausentes,
con los ojos idos pero la mirada constante,
porque estás aquí porque estás conmigo,
porque amarte a ti es sencillo ,
porque ya me olvide de parpadear.

Y me olvide de parpadear porque no quiero perder el tiempo, parpadear es una acción que apenas nos toma un mini fragmento de tiempo realizar, pero cuantos parpadeos puede tener uno en un día, en un mes, en un año, no quiero hacer la cuenta, pues ya no quiero parpadear. Tanto tiempo perdido parpadeando,
tanto tiempo perdido esperando y de repente.

Tú.

Ya no quiero parpadear, ya no quiero que pase un segundo más en el que no te reflejes en mis retinas, por eso se me secan los ojos, porque me he prometido a mí misma no volver a hacerlo, no cuando te tenga enfrente, porque prefiero morir y partir y prefiero que se pongan rojos y prefiero que mueran de deshidratación antes de volver a cerrarlos, frente a tu cara, frente a tu cuerpo, frente a tus ojos. 

Parpadea tú,
parpadea por los dos,
cierra los ojos,
duérmete tú que yo te cuido,
que yo los dejo abiertos,
porque mis ojos no conocen cosa más hermosa que tú.
Porque después de ti ya no hay obscuros,
todo es luz.

Y planeo eso,
planeo no volver a parpadear,
planeo mirarte todo el tiempo,
toda la vida,
todas las vidas.

Y entonces me besas,
me tomas entre tus brazos y juntas tus labios con los míos,
y me besas,
y el plan se acaba,
porque te beso y cierro los ojos,
y no porque me haya cansado de verte,
sino porque al besarte el universo se detiene,
y descubro que en tus besos…
La obscuridad es brutalmente luminosa.

No hay comentarios: