Al inicio creía que sólo era un rato, un juego, una huida a su extraña fobia de dormir sólo por que sí, el tiene miedo de dormir sólo, tal vez por eso le gusta que le hagan cosquillitas en la espalda. Apostó... y ganó, pero él tenia conciencia de que lo que proviene de rápida manufactura se destruye de igual manera, y así dejo que floreciera y se marchitara el amor... el amor.
El amor hace que pase el tiempo... pero el tiempo hace que pase el amor, y así fue, todo lo que había intentado medianamente construir se vino abajo después de que el tiempo con su invisible arma acribillara todas sus ganas de estar con él; y él... a su vez... también sentía morir una a una esas ansias locas de querer estar con él, esas ansias que lo caracterizaban desde aquel beso repentino sobre el piso de madera.
La última noche antes del inexorable desenlace de esta fugaz historia de
Se acabo la historia, ahora cada uno ha decidido caminar lejos, no solos, pero lejos, a la distancia dejando que el otro haga su historia mientras piensan que pudieron ser historia, y es que así son los relatos de amores fugaces, pasan rápido, pero dejan una estela que difícilmente se pude borrar y justo como su nombre lo dice... son como estrellas fugaces, de esas a las que les pides deseos, de esas a las que les pides la fortuna... suerte... nuestra historia de amor, fue una historia de suerte, somos afortunados, soy afortunado de llevar tu marca, tu estela, soy afortunado de vivir una historia como ninguna otra, una que escribimos desde aquel beso repentino en el piso de madera, una en la que las palmas se chocaban en señal de primera vez y evidentemente... una llena de maravillosas primeras veces, una historia extraña, no, no extraña... única, una de esas historias cuyo peculiar inicio sólo puede ocurrir con una frase llena de una infinidad de posibilidades:
"Quiero robarte a ti... y correr con suerte".